“El amor no es envidioso”

by | Mar 17, 2022 | Sin Categoria

Aceptar la propia condición “El amor no es envidioso”

Escrito por:  Pbro. José Martínez Colín

 1) Para saber

Continuando con su reflexión sobre el amor en su Exhortación

Apostólica “Amoris laetitia”, el Papa Francisco resalta que el amor ha

de ser el motor que da vida a toda familia, y aborda la tercera

característica que menciona San Pablo: “El amor no tiene envidia”.

Ello “significa que en el amor no hay lugar para sentir malestar por

el bien de otro”. No se puede uno entristecer porque otra persona

sea feliz, pues significaría estar centrados exclusivamente en el

propio bienestar, en el propio yo.

2) Para pensar

La envidia es un pecado capital porque da origen a otros

muchos. En la Sagrada Escritura hay dramáticos ejemplos de

situaciones de envidia. El primer asesinato se realizó cuando Caín

mató a su hermano Abel por envidia. Lope de Vega, en su poema

“La creación del mundo”, presenta en boca de Caín palabras que

suelen aparecer en la vida familiar cuando los hermanos se

comparan: “¡Tanto amor, tanta terneza! / ¡tanto Abel! ¡Qué más

quiere él! / No hay en casa más que Abel / en él se acaba y se

empieza”.

Y más adelante, el poeta pone en boca del demonio mirando a

Caín: “¡Ya en Caín voy escupiendo / de mi veneno infernal, / y ya

con rabia mortal / de envidia se está muriendo!”

Hay muchos otros ejemplos: Por envidia, José fue vendido por

sus hermanos. Por envidia, Esaú persiguió a Jacob, y el rey Saúl a

David. El rey Acab asesinó a Nabot, porque envidiaba su viña. Por

envidia, arrojaron a Daniel y a los otros jóvenes hebreos al horno

ardiente. Jesús pinta con trazos magistrales la figura del envidioso

en el hermano mayor del hijo pródigo.

Se ha hecho clásica la fábula de Esopo “El buey y la rana”: Un

enorme buey pacía tranquilamente en un pastizal. La rana, al verlo,

se llenó de envidia y dijo: “¡Qué bonito animal! Es fuerte, grande,

poderoso. ¡Qué miserable me siento al compararme con él! ¿Qué

haré?”

Entonces se le ocurrió comenzar a inflarse a sí misma,

extendiendo al máximo su elástica piel. Al cabo de un rato, preguntó

a quienes la miraban: “¿Ya soy igual al buey?”

“No -contestaron los oyentes. Es cierto que te has hecho más

grande, pero todavía te falta mucho”.

A la rana le molestó el comentario, pero no quiso ceder en su

afán de igualarse al buey. Siguió inflándose más y más, y más y

más, hasta que de pronto… reventó.

La fábula nos enseña que no hemos de pretender vivir una

vida que no es la nuestra: cada persona es un proyecto irrepetible

de Dios, proyecto único que no es el de los demás. Y ese plan hay

que aceptarlo y amarlo. Por eso se lamentaba Miguel de Cervantes:

“Oh envidia, raíz de infinitos males y carcoma de las virtudes”.

3) Para vivir

Comenta el Papa que el verdadero amor “acepta que cada uno

tiene dones diferentes y distintos caminos en la vida. Entonces,

procura descubrir su propio camino para ser feliz, dejando que los

demás encuentren el suyo”.

Muchos pleitos familiares se evitarían no aceptando que la

envidia entre en sus vidas. Para una sana convivencia es preciso

valorar a cada uno reconociendo su derecho a la felicidad. Procurar

alegrarnos con los logros de los demás, lejos de enfadarnos, pues

“Así como la polilla arruina la ropa, de la misma manera la envidia

consume al hombre” (San Juan Crisóstomo).

 

 

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