El Señor no permite un tiempo de prueba que no vaya dirigido a una gracia más abundante.
No debemos desalentarnos sino perseverar.
(P. Jacques Philippe)
Por, Sandra E. Rivera
Es muy común escucharnos hacer una pregunta siempre, ¿Por qué Dios permite tanto dolor en el mundo? Esta pregunta es para la mayoría de los no creyentes, uno de los puntos de referencia para poner en duda la existencia de un Dios amoroso y misericordioso.
No es remoto que “los cristianos” también en tiempos de pruebas difíciles caigamos en este error de hacernos la misma interrogante, cuando en carne propia estamos sintiendo los estragos del dolor y no vemos ningún tipo de solución cercana y es en esos momentos donde empieza la fe a desdoblarse o quebrarse en miles de pedazos.
En estos momentos de duda, miles de respuestas aparecen como en una pantalla, para tratar de palear el dolor y encontrar un destello de esperanza en el desaliento que agobia, sin embargo, ninguna es capaz de mitigarlo hasta que en cierto momento te encuentras con una situación similar en otra persona, y es cuando tu dolor, lo empatizas con el otro, y justo en ese instante, puedes ver la luz, de porque el dolor existe, porque el dolor es permitido, ¡Para que exista la empatía! El acercamiento al prójimo, la solidaridad con el otro, NADIE, puede entender de primera mano un dolor, mientras no lo ha vivido en su propia piel y eso te hace más humano.
Esa es la gracia abundante como lo dice el Sacerdote Jacques Philipe, esa identificación que brota espontanea de tu sufrimiento, te hace ver con ojos de compasión el sufrimiento del otro, y te va formando en tu vida espiritual, en ser menos crítico, juzgando menos y entendiendo más.
En cada dolor, ves un Jesús crucificado, y es donde podrás en su momento, contestar en tu juicio personal, el cuestionamiento que te hará el Señor y en donde podrás entonces darle gracias por tu sufrimiento, porque te permitió, darle de comer, darle de beber, acogerlo, vestirlo y acompañarlo en cada una de las angustias de aquellos con los que te solidarizaste, por también, tu propio dolor reflejado en el otro, en el Jesús ambulante, que te ha llamado a la transformación desde tu angustia.
Con esto no quiere decir, que no existen personas que son empáticas y filantrópicas, pero el alma tiene un color distinto, un olor mas parecido al de Jesús, cuando has padecido y puedes entonces unir tu olor, tu color a esa alma que se esta pareciendo a la tuya, en la angustia mutua.
Santa Teresa de Jesús decía: “La única razón que encuentro para vivir, es sufrir y eso es lo único que pido para mí”. Podríamos literalmente mal interpretar este pensamiento y pensar que hay un masoquismo extremo en ellas, sin embargo, en la profundidad de su contexto podemos sumergirnos en la riqueza de ellas, porque solamente así, se puede estar mas cerca de Jesús, de una forma directa decruz a cruz.