En un tweet sobre el Día del Niño por nacer, el Papa Francisco recuerda que “Vale la pena acoger a toda vida, porque cada persona humana vale la sangre de Cristo mismo”.
Por: Sergio Centofanti – Ciudad del Vaticano
El Papa, con ocasión del Día del Niño por nacer, celebrado en varios países del mundo, especialmente en América Latina, lanzó un tweet desde la cuenta @pontifex: Vale la pena acoger a toda vida, porque cada persona humana vale la sangre de Cristo mismo. ¡No se puede despreciar lo que Dios ha amado tanto!
Si se pisotea el derecho del más débil, se aplica la ley del poderoso de turno
Francisco, en estos años, ha usado palabras muy fuertes sobre el derecho a la vida de los niños por nacer. En Evangelii gaudium, el texto programático de su pontificado, recordó que “en la acción de la Iglesia hay un signo que no debe faltar jamás: la opción por los últimos, por aquellos que la sociedad descarta y desecha” (EG, 195).
“Entre esos débiles, que la Iglesia quiere cuidar con predilección, están también los niños por nacer, que son los más indefensos e inocentes de todos, a quienes hoy se les quiere negar su dignidad humana en orden a hacer con ellos lo que se quiera, quitándoles la vida y promoviendo legislaciones para que nadie pueda impedirlo.
Frecuentemente, para ridiculizar alegremente la defensa que la Iglesia hace de sus vidas, se procura presentar su postura como algo ideológico, oscurantista y conservador. Sin embargo, esta defensa de la vida por nacer está íntimamente ligada a la defensa de cualquier derecho humano. Supone la convicción de que un ser humano es siempre sagrado e inviolable, en cualquier situación y en cada etapa de su desarrollo. Es un fin en sí mismo y nunca un medio para resolver otras dificultades. Si esta convicción cae, no quedan fundamentos sólidos y permanentes para defender los derechos humanos, que siempre estarían sometidos a conveniencias circunstanciales de los poderosos de turno” (EG, 213).
El aborto no es progresista
“Precisamente porque es una cuestión que hace a la coherencia interna de nuestro mensaje sobre el valor de la persona humana, no debe esperarse que la Iglesia cambie su postura sobre esta cuestión. Quiero ser completamente honesto al respecto. Éste no es un asunto sujeto a supuestas reformas o «modernizaciones». No es progresista pretender resolver los problemas eliminando una vida humana” (EG, 214).
Hemos hecho poco para acompañar a las mujeres, añade Francisco:
“Pero también es verdad que hemos hecho poco para acompañar adecuadamente a las mujeres que se encuentran en situaciones muy duras, donde el aborto se les presenta como una rápida solución a sus profundas angustias, particularmente cuando la vida que crece en ellas ha surgido como producto de una violación o en un contexto de extrema pobreza. ¿Quién puede dejar de comprender esas situaciones de tanto dolor? “(EG, 214).
El aborto no es un problema teológico, sino humano
El Papa utilizó palabras particularmente duras sobre el aborto:
El aborto no es un «mal menor». Es un crimen. Es echar fuera a uno para salvar a otro. Es lo que hace la mafia. Es un crimen, es un mal absoluto. El aborto no es un problema teológico: es un problema humano(…) Va contra el juramento hipocrático que los médicos deben hacer. Es un mal en sí mismo, pero no es un mal religioso al inicio: no, es un mal humano”.
“El aborto no es un problema teológico, sino humano”.
Una contradicción suprimir una vida para salvaguardar otros derechos
“Pero, ¿cómo puede ser terapéutico, civilizado, o simplemente humano un acto que suprime la vida inocente e indefensa en su florecimiento? Yo os pregunto: ¿Es justo «quitar de en medio» una vida humana para resolver un problema? ¿Es justo contratar a un sicario para resolver un problema? No se puede, no es justo «quitar de en medio» a un ser humano, aunque sea pequeño, para resolver un problema. Es como contratar a un sicario para resolver un problema”.
Como en los tiempos de los espartanos…
“Los que prefieren a los pequeños proclaman una profecía de vida contra los profetas de muerte de todos los tiempos, también de hoy, que descartan a la gente, descartan a los niños, a los ancianos, porque no sirven. De pequeño, en la escuela, nos enseñaban la historia de los espartanos. A mí siempre me llamaba la atención lo que nos decía la maestra, que cuando nacía un niño o una niña con malformaciones lo llevaban a la cima del monte y lo arrojaban desde allí para que no hubiera niños como ellos. Nosotros, los niños, decíamos: «¡Pero qué crueldad!». Hermanos y hermanas, nosotros hacemos lo mismo, con crueldad, con más conciencia. Lo que no sirve, lo que no produce, se descarta. Esta es la cultura del descarte; hoy no se quiere a los pequeños. Por eso Jesús se deja de lado”.
Defender siempre la vida: del niño por nacer, los hambrientos y los migrantes
El Papa precisa un punto importante. La vida siempre debe ser defendida en su totalidad: al principio, durante y al final. “El nivel de progreso de una civilización se mide precisamente por la capacidad de custodiar la vida, sobre todo en su fase más frágiles, más que por la difusión de instrumentos tecnológicos.
Cuando hablamos del hombre, nunca olvidemos todos los atentados a la sacralidad de la vida humana. La plaga del aborto es un atentado a la vida. Es atentado a la vida dejar morir a nuestros hermanos en las pateras en el canal de Sicilia. Es atentado a la vida la muerte en el trabajo por no respetar las mínimas condiciones de seguridad. Es atentado a la vida la muerte por desnutrición. Es atentado a la vida el terrorismo, la guerra, la violencia; pero también la eutanasia. Amar la vida es ocuparse siempre del otro, querer su bien, cultivar y respetar su dignidad trascendente”.