El comportamiento es un espejo en el que cada uno muestra su imagen.
(Johann Wolfgang Goethe)
Por, Sandra E. Rivera
En el lente de un microscopio podemos observar los mas diminutos gérmenes, en el caso de los parásitos, es extraordinario observarlo como un ser vivo, reconocerlo por su forma, movimiento y por ende su ciclo de vida y reproducción, sin embargo, muchos no nos percatamos que estamos llenos de estos animalitos que están haciendo estragos en nuestro cuerpo y los andamos cargando, ignorando todo el daño que nos están causando hasta que empiezan los síntomas y recurrimos a un examen de laboratorio para identificar que tipo de parásito nos esta ocasionando el problema, aunque muchos de ellos, manifiestan los mismos síntomas.
Esto mismo pasa con las bacterias y los virus, etc., en las que a veces somos asintomáticos y podemos contagiar a otros, lo estamos viviendo explícitamente con el COVID19, creo es una buena lección de virología mundial, ya que hemos aprendido todo su ciclo de transmisión y desarrollo de la enfermedad.
El hombre con su avance en la ciencia, ha podido descubrir tantas enfermedades, sus causas, consecuencias y tratamientos, sin embargo, no podemos ver en ningún lente de microscopio, ni en un resonador magnético, “los micro-organismos” que infectan el alma, aunque los síntomas son tan evidentes, no podemos obtener ese autoexamen, diagnóstico y tratamiento para poder combatirlos, no obstante, si somos eficaces, en reconocerlos en otros.
Paradójicamente, es la maravilla del ser humano, esa “inteligencia” para percatarse en un segundo, cuando la otra persona padece de cualquiera de las enfermedades del alma, como la envidia, soberbia, lujuria, odio, etc.
No digo que no existan personas que se auto diagnostiquen y estén tomando las precauciones pertinentes en el tratamiento de estos síntomas, sin embargo, somos mas los enfermos asintomáticos que nos acomodamos a seguir cargando estos gérmenes mortales, aun teniendo a la mano, las clínicas abiertas, EL MÈDICO por excelencia, el tratamiento efectivo, Dios, nos ha dejado todo a la mano, el ir a la iglesia, esa clínica donde encontramos refugio, la confesión donde podemos liberar las cargas, la Eucaristía, el medicamento único y perfecto, congregarnos en un grupo para poder identificarme a través de los errores del otro, viéndolos reflejados en mi propio actuar primero e ir creciendo en virtudes, pero estamos muy ocupados tratando de “sanarnos el cuerpo” de alimentarnos que es necesario para la salud, pero dejamos el alma famélica, somos agiles para hacer rutinas de ejercicios, olvidando las prácticas en la oración que nos fortalecen el espíritu, para cuando llega el momento del “cáncer terminal” ahí cuando oprime el dolor no físico, sino aquel que duele mas, para el que no existe una píldora que lo atenué, cuando nos partimos en pedazos.
Como cristianos somos tan afortunados, que contamos con el manual para seguir paso a paso el tratamiento para palear el dolor, para identificar el mal que nos infecta, y llevar una vida de profilaxis e ir despojándonos de todo lo que nos reduce a una mínima expresión como seres humanos, en la perdida de los valores, la falta de reconocimiento, del llamado de la conciencia.
No necesitamos de un microscopio ni de ningún equipo sofisticado para poder auto evaluarnos, tenemos como ejemplo práctico y sencillo, el espejo, en el que nos vemos todos los días, para arreglarnos y corregir las imperfecciones del maquillaje, en el caso de las mujeres y los varones, para afeitarse sin cortar su piel. Acudamos al espejo interior para evaluar nuestro proceder y atendamos de inmediato, a esa sala de emergencia, para corregir no lo externo, que es pasajero, sino aquello que será eterno, poner todo el empeño en tratarnos la enfermedad asintomática la cual va destruyendo y autodestruyendo en todas sus formas, no hay que olvidar, que ya el tiempo fue medido.