Bien, tú puedes, yo no. Guardemos lo que uno y otro hemos recibido; inflamémonos en la caridad, amémonos unos a otros, y de esta forma yo amo tu fortaleza y tú soportas mi debilidad” (San Agustín de Hipona)
Por, Sandra E. Rivera
Tuve la oportunidad de estar en una graduación especial, no era de ninguna prestigiosa universidad, donde los títulos se presumen, al contrario, esta, era casi invisible, para aquellos que no tienen empatía con la realidad de los que sufren.
Generalmente comulgamos con aquellas situaciones en las que tenemos o tuvimos alguna vez una relación cercana y nos solidarizamos con la causa por ese vinculo emocional que se vivió o se vive.
Estamos en un momento crítico de la vida, en la que el Papa Francisco lo ha dicho, “en la época del descarte”, vamos eliminando de nuestro círculo aquel que no produce, y el que estorba se anula.
Esta graduación fue de hombres y mujeres, muy jóvenes y también bastantes mayores, que estaban rehabilitándose en un centro de alcohol y drogas.
Parte el alma, ver como hombres de mas de 50 años celebraban la victoria de 3 meses de sobriedad, y que ya parte de su familia en este caso particular, sus padres habían fallecido y no pudieron compartir la lucidez de una mente, tiempo atrás perdida.
Jóvenes, que, teniendo el futuro en sus manos, lo truncan de una manera tan cruel, atentando contra sus propias vidas en manos de personas sin escrúpulos que por ganarse 60 dólares son capaces de venderles veneno, pero venciendo todos esos obstáculos casi imposibles de saltar, esas personas que habían estado enajenados, ausentes del mundo, y que, por misericordia de Dios, por alguna razón están ahí tratando de renacer, es de gran valor tomarse unos minutos para asistir a un evento de estos, para agradecer la vida y visualizar en esos rostros
la alegría de vencer a las horas, de los minutos ganados que saben a gloria.
A veces pasamos la vida, en el aburrimiento de los días, desperdiciando la oportunidad de ser mas humanos, de contagiarse de la esperanza, de los sueños, de las metas, de las luchas ajenas, siendo Cirineos en tan pesadas cruces.
Valoramos todo aquello que brilla, los doctorados y maestrías, que son meritorias por los esfuerzos, no se le puede quitar el valor agregado, sin embargo, el color del alma de estos otros graduados, es que tiene una pincelada diferente, porque las obras son famosas con el tiempo, el diamante no tiene el valor en el fango, sino hasta que ha sido pulido, y estos diamantes, ignorados, desechados, descartados, están ahí, luchando para brillar desde el lodo, desde la oscuridad, pero necesitan de tu amor como persona, como cristianos, para reivindicarlos en esta sociedad enferma de aniquilación, ellos son enfermos, como aquel de cáncer, así también, necesitan la quimioterapia del entendimiento, porque quizás, el único titulo que obtendrán en su vida, será el de la sobriedad, que para mi, recordando sus rostros, valen mas que el de las mejores universidades, un examen se reprueba y existe la posibilidad de rescatarlo, un adicto, si reprueba su examen, en una sobredosis, no podrá jamás, otra vez recibir el título de la vida.