Autor: Padre Antonio Rivero L.C
La ilusión en la vida es algo fundamental si se quiere hacer algo grande y que merezca la pena. Es imprescindible si se quiere arrastrar las dificultades que conlleva toda vida humana.
Sin la ilusión no hubieran existido los grandes líderes (un gran hombre, un gran país, una gran causa, una gran ilusión), ni los grandes inventores, ni los santos. ¿Acaso Edmund Hillary hubiera podido escalar el Himalaya sin una ilusión que ardiera en su interior? La ilusión debe ser el “habitat” de todo hombre si no quiere caer en pasotismo, en la mediocridad, en el “ahí se va”, en el derrotismo.
¿Cuánta ilusión hay en la balanza de mi vida? ¿Esa ilusión es capaz de sacarme de mi tibieza y lanzarme a arrastrar las dificultades, a superar las crisis y tentaciones, a entregarme a Cristo con todas las fuerzas de mi corazón? ¿Se me nubla con frecuencia esta ilusión por el Ideal? ¿La renuevo cada día en mi oración, misa, en cada acto del reglamento?
- QUE ES LA ILUSIÓN Y QUE NO ES
Hay que distinguir muy bien entre: vivir de ilusiones y vivir con ilusión mi vida humana.
1) Vivir de ilusiones:
Es perder tiempo, energías, no vivir de realismo; es engañarse vilmente, ir aplazando la maduración de mi personalidad. Es sumergirse en un subterfugio que a la larga acarrea consecuencias desastrosas y grandes remordimientos: “cuando yo salga de la Universidad, entonces sí me entregaré…cuando yo sea profesional, entonces sí comenzaré a tomarme en serio mi vida…”.
Es encontrarse al final de una vida con las manos vacías de obras auténticas, tangibles. Sólo habría bonitos propósitos a colores, “quisieras platónicos”, humo que se escapa.
El hombre que vive de ilusiones no batalla, no se pone metas concretas a corto plazo, no es incisivo en la sociedad, vive encastillado en un mundo irreal, atrincherado y envuelto en sus pompas de jabón. Siempre está con lamentaciones, excusas.
2) Vivir con ilusión:
Es otra cosa muy distinta a lo descrito anteriormente. La persona ilusionada vive su jornada cotidiana animada por el amor, con entusiasmo (etimológicamente entusiasmo significa: endiosado, lleno de Dios, que desborda a Dios en sus palabras, actitudes y comportamientos). Con entusiasmo no quiere decir que no haya dificultades.
Pero el entusiasmo le hace ver las cosas de otro modo, le da fuerzas para seguir adelante a pesar de esas adversidades. Quien no vive de entusiasmo siempre está escarbando como las gallinas en el suelo de su egoísmo; sólo quejas, disgustos, enfados, protestas, egoísmo, desgana en todo.
La persona ilusionada además vive polarizada por el Ideal, con todas sus facultades en tensión sana que le saca de la absurdidad de una vida oscura y monótona y le da brillo, sentido, fuerza.
- su mente: el hombre ilusionado no piensa sino en su ideal, que está siempre por encima de él.
- su corazón: el hombre ilusionado vive volcado totalmente a su ideal…ama ese ideal con locura, lo defiende y no permite que en su corazón se alberguen otros amores que manchen o enturbien su amor.
- memoria: el hombre ilusionado vive recordando continuamente los grandes beneficios, gracias de su Ideal. Sólo así podrá cada día sentir de nuevo el imán poderoso de ese ideal.
- FISONOMIA DE HOMBRE ILUSIONADO
1) Es alegre: abierto, jovial, servicial… porque tiene su corazón de amor a su ideal y desea comunicarlo, hacer a los demás partícipes de esa misma pasión que le arde dentro. Es ilusión hecha caridad, deferencia, donación desinteresada, cordialidad, disculpa, atención, perdón, colaboración ingeniosa, buen humor. El hombre ilusionado contagia. Esta alegría no es un don que se recibe, sino que se manifiesta, se contagia una vez que ha madurado en el alma. Por tanto, nace de la ilusión interior.
2) Es militante: vive en actitud ofensiva en su vida personal, familiar, profesional. Por tanto, no es un hombre apocado, tímido, mezquino, raquítico…sino líder, guía de sus hermanos, eficaz en su trabajo, atento a las oportunidades, sobrenatural en sus aspiraciones, luchador infatigable. No es el hombre perezoso, desordenado, cuentista, charlatán.
3) Es líder dentro de la sociedad: Para el bien. Con su ejemplo, su testimonio, su palabra. En las conversaciones, en el trabajo, en su casa, en la oficina.
Vivamos ilusionados toda la vida. La ilusión es como una vitamina interior.