ESCRITO POR: P. ALEJANDRO ORTEGA. LC
Domingo de Ramos. Domingo de alegría porque Jesús entra en nuestro corazón. Como lo hizo en Jerusalén, lo hace hoy también sobre un asno de mansedumbre y humildad. No sabe entrar de otro modo.
El nunca nos fuerza a recibirlo. No nos impone su poder ni lo evidencia. Pide, en cambio, la fe de los niños, de los corazones sencillos, de las almas que saben postrarse. Sólo así es posible ver y recibir en Él al Mesías Salvador. Y sólo así es posible vivir esta Semana con verdadera alegría, como nos sugería hace un momento el Papa Francisco en su homilía.
Lunes Santo. Lunes del amor que unge los pies de Jesús. Es María de Betania, con una libra de perfume de nardo auténtico, “muy costoso”. Así es el verdadero amor no mira el precio. Da lo mejor que tiene. El amor unge a la persona amada. Ungir es darle otro aroma.
Ella puede oler mal. Los pies de Jesús no dejaban de ser pies. El amor de Maria les dio un olor muy diferente. Así es el amor: cambia lo desagradable en deleitoso y lo repugnante en inspirador. Y algo más: la fragancia del perfume llenó toda la casa. El amor cambia el aroma de las casas.
La casa no es un relicario -decía “Bernanos”. Siempre habrá algo que no huela bien. Pero no importa. El amor es la mejor fragancia. Este lunes santo no dejes de sacar el buen perfume de tu amor. Ten un gesto de caridad. Pero esta vez con alguien muy cercano, de casa. Que tu gesto de amor llene hoy con su fragancia la casa donde estés.
Martes Santo. Martes del adiós. Jesús se despide de sus apóstoles. Sabe que pronto se irá. ¡Y de qué manera: traicionado por uno de ellos! Despedirse siempre duele.
Tanto más cuanto más se ama. Jesús se conmueve profundamente. Los apóstoles no habían sido fáciles: hombres rudos y duros de entendimiento. Tuvo que reprenderlos muchas veces. Pero los amaba. ¡Y cuánto! Todos nos hemos despedido alguna de personas muy queridas.
Cómo sangra el corazón! Fue ésta la primera sangre derramada por Jesús. Y ya no dejará de derramarla hasta que una lanza le atraviese en el corazón en el Calvario.
Miercoles Santo. Hoy Jesús tiene precio. Y es vendido. Como se vende una cosa, un animal, un servicio; pero no una persona. Dios se había hecho hombre. Hoy se hace mercancía. Treinta monedas de plata. Judas aceptó el precio propuesto por los sumos sacerdotes. Les salió barato.
También hoy, Jesús se vende barato. En el mercado actual de valores, Jesús se cotiza bajo. Al menos frente al oro, al placer a la fama mundana, al poder. Y todos, sin excepción, lo hemos vendido ya alguna vez. Porque eso es, en definitiva, el pecado: vender a Jesús a cambio de unas monedas de egoísmo, en cualquiera de sus formas. Todos hemos sido Judas. Sólo Dios sabe qué precio le hemos puesto.
En este día, reconozcamos ese precio. Y pidámos le perdón a Jesús por haberlo vendido tantas veces tan barato. Pidámosle perdón por haber despreciado y depreciado su amor, su amistad, su perdón, y, sobretodo su presencia en nuestros hermanos.
Despreciar a quien sea es despreciar a Jesús. Es venderlo barato una vez más. Hoy es un día para “encarecer” el aprecio a todos, sin excepción. Especialmente a quienes nos inspiran menos respeto, deferencia o amor.
Jueves Santo. Día del amor hasta el extremo. Día de la Eucaristía. Porque eso es el Sacramento: amor hasta el extremo. Amor que supera cualquier límite.
Los grande límites del amor han sido siempre el tiempo, la distancia y la división. La Eucaristía es el amor de Jesús del Jueves Santo. Dos mil años después, recibimos ese mismo amor intacto, fresco y lozano. Las manos de Jesús son recientes en cada Hostia; cada una está recién salida de su Corazón.
La Eucaristía es el amor que Jesús derramó en Palestina. Hoy no existe un amor más cercano y presente en todo el planeta; llega hasta el último corazón de la tierra. La Eucaristía es el amor de Jesús rechazado y crucificado por el pecado; por la división del hombre con Dios, con los demás y con nosotros mismo.
La Eucaristía supera toda división. Ella es Comunión. Es reconciliación con Dios con los demás y con nosotros mismos. En verdad, la Eucaristía es amor hasta el extremo; amor que vence los límites del tiempo, la distancia y la división Agradezcamos y adoremos hoy la Eucaristía: modelo de amor humilde pero tenaz;
Silencio pero elocuente, respetuoso pero al mismo tiempo tan audaz que se atreve a entrar hasta lo más íntimo de nuestro corazón.
Viernes Santo
Viernes de Pasión. Título certero le ha dado la tradición a este día. Porque en él, la pasión de Dios por el hombre llega a su punto más alto. Jesús muere de amor por nosotros. Su Corazón divino, inmutable, humano es vulnerable. Y se deja herir en este día. Aunque la herida no es nueva: es tan antigua como el pecado del hombre. Y sangra desde entonces.
Porque desde entonces se hizo, en cierto modo, corazón de carne. No se explica de otro modo su tenaz debilidad por el hombre. “¿Qué tengo yo que mi amistad procuras?”, escribió el poeta. “Nada, en realidad, que necesite o que no tenga”, respondería Dios desde el cielo. “Si muero por ti, es por el Corazón enamorado que llevo dentro”. La Pasión de Jesús por el ser humano hoy es padecer de sangre; es corona punzante; es mar- tirio de madera y de clavos; es agonía y es muerte. La Cruz de Jesús es amor desproporciona- do, loco, insensato, si no fuera amor apasionado. Adora hoy la Cruz.
Ella es quizá el símbolo más famoso y difundido del mundo; y, sin el quizá, el ejemplo más real de un amor apasionado.
LOS SIETE ROSTROS DEL AMOR.
Las ultimas “siete palabras” de Jesús en la cruz son un compendio exacto del amor. Cada frase revela una faceta, un rostro del amor. 1. “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”