Autor:P. Fernando Pascual
Un poblado indígena del sur de México. La policía local, constituida por personas del poblado, no lleva pistolas, sino una especie de porra larga, o maza, de madera.
¿Es anacronismo usar armas tan anticuadas?
Un estudiante en una moderna universidad de Estados Unidos o de algún otro país.
Escribe con papel y bolígrafo, mientras sus compañeros usan un tablet. ¿Es anacronismo escribir con tinta en la era tecnológica?
Un sacerdote que viste con sotana, mientras los demás sacerdotes de la diócesis hace ya tiempo que han dejado colgadas las sotanas (si es que todavía tienen alguna).
¿Estamos ante un anacronismo?
La lista podría ser mucho más larga, porque son muchos los modos de pensar y de vivir, así como algunos instrumentos técnicos, que son declarados como anacrónicos, anticuados, fuera de sitio. ¿Es correcto pensar así?
Para responder, veamos el significado normal de la palabra “anacronismo”. Según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, sería un “error consistente en confundir épocas o situar algo fuera de su época”.
En esta definición, se supone que habría cosas o comportamientos que se daban en una época y no en otra, y que lo anacrónico consiste en situar algo de una época como si se hubiera dado en otra.
Hasta ahí el término es pacífico. Pero en realidad muchas veces se usa la palabra “anacronismo” para indicar que un modo de pensar o de actuar que se da ahora, no correspondería a su tiempo, que estaría fuera de sitio.
Este último uso del término se construye sobre un modo de ver la historia en el cual algo (idea, vestido, comportamiento) estaría bien ubicado en una época del pasado pero no en otra época distinta.
Esta manera de pensar la historia está acompañada muchas veces por juicios valorati-vos: algo que en un tiempo era visto como aceptable ética y socialmente, después sería inaceptable o incorrecto.
Es precisamente sobre este modo de entender los anacronismos sobre el que ahora quisiera reflexionar.
Para algunos sería anacrónica la pena de muerte, porque hoy existen “métodos eficaces” para castigar a los delincuentes e impedir que dañen a otros. Al decir lo anterior se supone que en pasado no existirían tales “métodos eficaces”, pero ¿podemos estar seguros de ello?
En cambio, donde no hubo en el pasado, y donde ahora no hay “métodos eficaces”, ¿deja de ser un anacronismo recurrir a la pena de muerte? En esos casos, ¿tal pena se convierte en algo éticamente aceptable, o también su uso merece ser condenado?
Esas preguntas permiten enfocar el tema no solo según una visión de la historia en la que el paso del tiempo deja atrás ciertos modos de vivir, sino según apreciaciones éticas que, si son correctas, valen para cualquier época de la historia.
Volvemos la mirada al bolígrafo que convive con un aparato electrónico.
Alguno pensará que la potencia de un iPad convierte en anacrónico el uso de la tinta, cuando en realidad los dos instrumentos pueden coexistir, si bien las capacidades del primero (el tablet) superen en mucho las del segundo (un sencillo BIC).
Entonces, declarar como anacrónico el uso del bolígrafo, o de la maza, o de la sotana, es lo mismo que decir que algo estaría “superado” cuando los hechos nos demuestran que no lo está, que también hoy se puede pensar o actuar como en otras épocas.
El simple uso de la maza se convierte en una prueba contundente de que en un mundo donde hay millones de pistolas también se puede disuadir a otros con una madera apta para golpear…
Desde luego, si un ladrón con una pistola se enfrenta a un policía indígena que solo tiene una porra, resultará fácil que venza el primero sobre el segundo. Pero ello no es un anacronismo, pues en el pasado, como ahora, convivían técnicas de guerra de eficacia diferente, y no es correcto decir que era anacrónica aquella técnica menos eficaz.
El uso, y abuso, del término anacronismo merece ser revisado. La condición humana está abierta a muchas opciones y maneras de actuar, y no resulta correcto declarar a algunas como anacrónicas cuando pueden ser acogidas libremente libremente por personas concretas o por grupos sociales también en el presente.
El verdadero criterio a la hora de juzgar sobre ideas y sobre comportamientos no consiste en ver si se adaptan o no a un determinado tiempo histórico, sino en evaluar su eficacia y su bondad ética. Lo cual dejade lado ese deseo extraño de ver si algo sea o no sea anacrónico, para ir a algo mucho más decisivo: ¿corresponde este modo de pensar y de actuar a los ideales de bondad y de justicia que cada ser humano y cada grupo social están llamado a vivir?